Etapa anal fase fálica y complejo de Edipo PDF

Title Etapa anal fase fálica y complejo de Edipo
Course Psicología del Desarrollo I
Institution Instituto Santo Tomás de Aquino
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Cocnepto, desarrollo y demás de la etapa anal, la fase fálica y el complejo de edipo....


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Etapa anal: fase fálica y complejo de Edipo La fase fálica es un concepto elaborado por Freud para desinar una de las etapas por las que atraviesa el desarrollo libidinal infantil. Es una de las fases pulsionales de la teoría sobre el desarrollo psicosexual de Freud. Sobreviene a continuación de la fase anal y tiene lugar en la primera infancia entre las edades de 3 y 5 años. El niño comienza a darse cuenta y a comentar las diferencias entre los hombres y mujeres, su inquietud incrementa de manera significativa si se notan las diferencias anatómicas. Dicha curiosidad es bastante difusa debido a que el niño no conoce todavía, a menos que ya haya observado la diferencia entre los órganos genitales masculinos y femeninos. Según la teoría freudiana en la etapa fálica puede desarrollarse el complejo de castración en las niñas junto a la denominada envidia del pene. Mientras que en el niño el complejo de castración marca la salida del complejo de Edipo (ante la amenaza de ser castrado, renuncia a sus deseos incestuosos hacia la madre). ¿Qué es el falo? Para Lacan el falo es n significante, algo que representa otra cosa, pero no lo es. No se tiene materialmente. No es algo aprehensible. Se lo entiende simbólicamente. “El falo opera desde otro lugar, es decir, su ausencia” Para Freud el falo es el pene. A su vez la falta de pene es entendida como resultado de castración. (pene = niño o falo = niño). El complejo de Edipo sucede a nivel inconsciente y se da entre los 3 y 5 años, es el fenómeno central de período sexual de la primera infancia. Posteriormente cae sepultado, se rinde a la represión y es seguido por el período de latencia. Se lo entiende como el distribuidor de identificaciones, ya que el niño comienza a identificarse con diferentes figuras masculinas y femeninas que establecieron su identificación sexual. El niño comienza en ese momento a darse cuenta y a comentar las diferencias (anatómicas) entre los hombres y las mujeres, hecho que tiene lugar entre los 3 y 5/6 años de edad. Los órganos genitales se vuelven una fuente destacada de placer durante este periodo. Es un distribuidor de identificaciones. En el caso de la niña el complejo de Edipo se da de manera pasiva, su primer objeto de amor es la madre. Durante esta fase fálica la niña descubre su clítoris: ella nota el pene de un compañero de juego o un hermanito, un pene bien visible y de notable tamaño; se da cuenta que ella no lo tiene y quiere tenerlo, por lo que sufre una angustia de castración. Así se rehúsa a aceptar la castración, por lo que surge el sentimiento de envidia, conocido como “complejo de masculinidad” ya que no posee el falo, esto consiste en la esperanza de recibir alguna vez, a pesar de todo, un pene,

igualándose así al varón. Sabe que no lo tiene y quiere conseguirlo. En ese sentido, experimenta una herida narcisista que hace sentir a la niña inferior. Si no logra superar este complejo de masculinidad las consecuencias son dificultades en el desarrollo de la femeneidad. En un principio, la niña se rehúsa a aceptar el hecho de su castración y se ve compelida a comportarse como varón. Las consecuencias psicológicas de la envidia del pene son: Herida narcicista se establece en la mujer, sentimiento de inferioridad. Superando la explicación de la falta de pene como un castigo personal y tras aprehender la universalidad de este carácter sexual, empieza a menospreciar al varón. Fantasía onanista de “pegar a un niño”, perteneciente a la fase fálica, significa que aunque la envidia del pene haya renunciado a su objeto deseado, no deja de existir y provienen los celos. Aflojamiento de los vínculos tiernos con el objeto madre, por traerla al mundo con esta dotación tan insuficiente, responsabilizándola por esa falta de pene. Tras el descubrimiento, afloran celos hacia el niño a quien la madre supuestamente ama más y a través de ella adquiere un motivo para desasirse de la ligazón-madre. Ese primer niño pasa a ser objeto de la fantasía “pegan a un niño” y desemboca en masturbación. Las reacciones de los individuos son mezclas de rasgos femeninos y masculinos. Sin embargo, la masturbación en el clítoris sería una práctica masculina y el despliegue de la femineidad tendría por condición la remoción de la sexualidad clitoridea. La sublevación de la niña contra el onanismo fálico se da a partir de la herida narcisista enlazada a la envidia de pene, en donde la niña abandona la competencia con el varón. El deseo de pene se ve reemplazado por el deseo de un hijo, tomando al padre como objeto de amor. La madre pasa a ser objeto de celos y deviene la niña una pequeña mujer. Para Freud el complejo de Edipo de la mujer es una formación secundaria del complejo de Edipo del varón. La diferencia entre la mujer y el varón en cuanto a esta pieza del desarrollo sexual es una comprensible consecuencia de la diversidad anatómica de los genitales y de la situación psíquica enlazada con ella, corresponde a la distinción entre la castración consumada y la amenaza de ella.

Todo esto se lo reprocha a la madre, por lo que termina por desligarse de ella, cambiando de objeto de amor hacia el padre. La libido de la niña se desliza, resigna el deseo del pene para reemplazarlo por el deseo de tener un hijo. Con ese propósito toma al padre como objeto de amor. Y este al no darle lugar, produce en la niña un abandono gradual de este deseo que no se cumple. Esto da paso a la exogamia y a la formación del superyó, saliendo de esta manera del Complejo de Edipo. Consecuencias de la diferencia anatómica entre los sexos: El clítoris de la niñita se comporta al comienzo en un todo como un pene, pero ella, por la comparación con un compañerito de juegos, percibe que es “demasiado corto”, y siente este hecho como un perjuicio y una razón de inferioridad. Durante un tiempo se consuela con la expectativa de que después, cuando crezca, ella tendrá un apéndice tan grande como el de un muchacho. Es en este punto donde se bifurca el complejo de masculinidad de la mujer. Pero la niña no comprende su falta actual como un carácter sexual, sino que lo explica mediante el supuesto de que una vez poseyó un miembro igualmente grande, y después lo perdió por castración. Así se produce esta diferencia esencial, la niñita acepta la castración como un hecho consumado, mientras que el varoncito tiene miedo a la posibilidad de su consumación. La muchacha se desliza del pene al hijo, su complejo de Edipo culmina en el deseo, alimentado por mucho tiempo, de recibir como regalo un hijo del padre, parirle un hijo. Se tiene la impresión de que el complejo de Edipo es abandonado después poco a poco porque este deseo no se cumple nunca. Ambos deseos, el de poseer un pene y el de recibir un hijo, permanecen en lo inconsciente, donde se conservan con fuerte investidura y contribuyen a preparar al ser femenino para su posterior papel sexual. En el niño el complejo de Edipo se da de manera activa, su primer y único objeto de amor es la madre y de esta manera al querer adueñarse de la madre, toma como rival al padre. El niño despierta su interés por sus órganos genitales, a través de la masturbación. Lo que sucede con este comportamiento es que las personas encargadas de su educación lo retan, porque consideran que se ocupa demasiado de su pene (por lo general son las madres quienes prohíben a los niños y para reforzar su autoridad invocan al padre). De esta manera, con esta prohibición, se produce la amenaza de castración, lo que genera en el niño un terrible miedo a perder su pene, su falo, su bien más preciado. A su vez el niño deduce que la niña fue castrada por los deseos incestuosos hacia su madre. Estalla así el conflicto entre: a. El interés narcisista en esa parte de su cuerpo. b. La investidura libidinosa de los objetos parentales. (el deseo por su madre).

En ese conflicto triunfa normalmente el interés narcisista en esa parte de su cuerpo. Así, las investiduras de objeto son resignadas y sustituidas por la identificación. A su vez la autoridad del padre, o de ambos progenitores, introyectada en el Yo que forma el núcleo del Superyó, que toma del padre la severidad, perpetua la prohibición del incesto y así, provocando la salida del Complejo de Edipo. Todo este proceso “salva a los genitales, aleja a ellos del peligro de la pérdida, pero también los paraliza”. Así se inicia el periodo de latencia que viene a “interrumpir” el desarrollo sexual del niño. Teorías sexuales infantiles (1908) Freud observa las exteriorizaciones y el pulsionar de los niños, está en condiciones de afirmar que todos los niños se ocupan de los problemas sexuales antes de la pubertad. Aparece en los niños una pulsión de saber ligada a la pulsión sexual infantil, que trabaja con la pulsión de ver. El esfuerzo de saber de los niños en modo alguno despierta aquí de una manera espontánea, por ejemplo, a consecuencia de una necesidad innata de averiguar las causas cuando los afecta la llegada de un nuevo hermanito. Bajo la incitación de esos sentimientos e inquietudes, el niño pasa a ocuparse del primer problema de la vida, se pregunta: ¿De dónde vienen los hijos?: Así empiezan a formularse las teorías sexuales infantiles, teorías imaginarias. Las fuentes de saber: Padre, madre o persona encargada de su crianza a la que el niño recurre primariamente, pero fracasa al recibir respuestas evasivas, erróneas o una reprimenda por su apetito de saber (teoría de la cigüeña, la semillita) que los niños rechazan generando desconfianza hacia los adultos. Adquieren así la noción de la existencia de algo “prohibido” que los grandes desean mantenerle en secreto y por eso investigan luego también ellos en secreto. Pero así han vivenciado también la primera ocasión de un «conflicto psíquico» ya que unas opiniones por las que los niños sienten una predilección pulsional, no son «correctas» para los grandes, y entran en oposición con otras sustentadas por la autoridad de los grandes. De este conflicto psíquico se puede desenvolver una escisión psíquica: una de las opiniones deviene dominante, consciente (la del “bueno”, que también lleva a la suspensión del reflexionar), la otra deviene inconsciente (se sofoca, es la que el trabajo de investigación del niño da como valida pero no debe tener vigencia). De esta manera queda constituido el complejo nuclear de la neurosis.

Aunque falsas, cada una de estas teorías contiene un fragmento de la verdad dado por la pulsión sexual ya en movimiento dentro del organismo infantil, las objetivas necesidades de la constitución psicosexual; por eso podemos hablar de teorías sexuales típicas en los niños, y por eso hallamos las mismas opiniones erróneas en todos los niños. Estas teorías son: a. Teoría de la cloaca: son concebidos por la boca y paridos por el ano (algo se ingiere, luego está en el vientre y se evacua por el ano). Anuda algo del orden de la satisfacción pulsional del comer con la satisfacción pulsional de la zona erógena anal. Esta teoría va de la mano de que no existe diferencia entre hombres y mujeres (es solidaria con la ausencia de los sexos) y la ignorancia de la abertura genital femenina por lo que el ano es el lugar por donde algo puede salir del propio cuerpo (como las heces). El niño es atravesado por el placer que le genera el alimento y tiene la experiencia de la evacuación intestinal. Si los hijos nacían por el ano, el varón podía parir igual que la mujer. Así, el muchacho podía fantasear que él mismo concebía hijos, sin que pudieran imputársele inclinaciones femeninas. b. Teoría de la concepción sádica del coito: el niño se pregunta ¿qué es estar casados? ¿Qué se hace detrás de esa puerta cerrada? La respuesta es orinar en presencia del otro, mostrarse la cola sin vergüenza. Esta curiosidad esta sostenida en lo que ve y oye, e inscribe la escena sexual que ve a partir de su propia constitución pulsional (función de apoderamiento: dominación muscular) el niño se arma una historia de escena de lucha donde, al no saber la diferencia de los sexos, los roles quedan reducidos a masculino (activo, sujeto) y femenino (pasivo, objeto), donde los padres “juegan a pelear”. Interpretación del acto de amor como violencia. c. Premisa universal del pene (PUP): existe un momento en que el niño se pregunta por la diferencia de los sexos, inicialmente la desconoce y otorga a todo ser vivo la existencia del mismo órgano que él posee: el pene. Las teorías doblegan la percepción y ante la falta de pene en la mujer afirman que lo tiene chiquito o que ya le crecerá o que se lo cortaron (amenaza de castración basado en la propia obtención de placer autoestimulándose). Se eleva el pene a lo universal. Se construye entonces un patrón de construcción sexual primario. En el campo biológico se habla de pene y vagina, en el campo psicológico se refiere a falo y ausencia del mismo (la mujer lesbiana va al ginecólogo, biológicamente tiene vagina, psicológicamente tiene falo), por lo que el cuerpo de la sexualidad se construye sobre el cuerpo biológico. Esta diferencia de los sexos no es una cuestión biológica, sino que es un proceso psíquico.

El sepultamiento del complejo de Edipo (1924) El complejo de Edipo revela cada vez más su significación como fenómeno central del período sexual de la primera infancia. Después cae sepultado, sucumbe a la represión y es seguido por el período de latencia. Los análisis parecen enseñarlo, a raíz de las dolorosas desilusiones acontecidas. 一 La niñita, que quiere considerarse la amada predilecta del padre, forzosamente tendrá que vivenciar alguna seria reprimenda de parte de él, y se verá arrojada de los cielos. 一 El varoncito, que considera a la madre como su propiedad, hace la experiencia de que ella le quita amor y cuidados para entregárselos a un recién nacido. Estas experiencias dolorosas y penosas son fundamentales en el complejo de Edipo y su superación. El complejo de Edipo tiene que caer porque ha llegado el tiempo de su disolución. Este es vivenciado de manera enteramente individual por la mayoría de los humanos, pero es también un fenómeno determinado por la herencia, dispuesto por ella, que tiene que desvanecerse de acuerdo con el programa cuando se inicia la fase evolutiva siguiente, predeterminada. Según Freud, el desarrollo sexual del niño progresa hasta una fase en que los genitales toman sobre sí el papel rector. Esta fase fálica, contemporánea a la del complejo de Edipo, no prosigue su desarrollo hasta la organización genital definitiva, sino que se hunde y es relevada por el período de latencia. Ahora bien, su desenlace se consuma de manera típica y apuntalándose en sucesos que retornan de manera regular. La amenaza de castración Cuando el niño (varón) vuelca su interés a los genitales, lo deja traslucir por su vasta ocupación manual en ellos, y después los adultos demuestran no estar de acuerdo con ese obrar. Es así como, más o menos clara, más o menos brutal, sobreviene la amenaza de que se le arrebatará esta parte tan estimada por él. La organización genital fálica del niño se va al fundamento a raíz de esta amenaza de castración. En efecto, al principio el varoncito no presta creencia ni obediencia alguna a la amenaza. La observación que por fin quiebra la incredulidad del niño cuando conoce sobre la existencia de los genitales femeninos. Convenciéndose de la falta de un pene en un

ser tan semejante a él. Pero con ello se ha vuelto representable la pérdida del propio pene, y la amenaza de castración obtiene su efecto con posterioridad. Se la puede pesquisar en la actitud edípica hacia sus progenitores; la masturbación es sólo la descarga genital de la excitación sexual perteneciente al complejo. El complejo de Edipo ofrecía al niño dos posibilidades de satisfacción, una activa y una pasiva. 一 Puede situarse de manera masculina en el lugar del padre y, como él, mantener comercio con la madre, a raíz de lo cual el padre fue sentido pronto como un obstáculo. 一 Puede sustituir a la madre y hacerse amar por el padre, con lo cual la madre quedó sobrando. En una primera fase, el niño no tuvo ocasión alguna para dudar de que la mujer posee un pene. En una segunda fase, la aceptación de la posibilidad de la castración, la intelección de que la mujer es castrada, puso fin a las dos posibilidades de satisfacción derivadas del complejo de Edipo. En efecto, ambas conllevaban la pérdida del pene: 一 La masculina, en calidad de castigo. 一 La femenina, como premisa. Si la satisfacción amorosa en el terreno del complejo de Edipo debe costar el pene, entonces por fuerza estallará el conflicto entre el interés narcisista en esta parte del cuerpo y la investidura libidinosa de los objetos paténtales. En este conflicto triunfa normalmente el primero de esos poderes: el yo del niño se extraña del complejo de Edipo. Fin del complejo de Edipo y periodo de latencia Las investiduras de objeto son resignadas y sustituidas por identificación. La autoridad del padre, o de ambos progenitores, introyectada en el yo, forma ahí el núcleo del superyó, que toma prestada del padre su severidad, perpetúa la prohibición del incesto y, así, asegura al yo contra el retorno de la investidura libidinosa de objeto. Las aspiraciones libidinosas pertenecientes al complejo de Edipo son en parte desexualizadas y sublimadas, lo cual probablemente acontezca con toda trasposición en identificación, y en parte son inhibidas en su meta y mudadas en mociones tiernas.

El proceso en su conjunto salvó los genitales, alejó de ellos el peligro de la pérdida, y además los paralizó, canceló su función. Con ese proceso se inicia el período de latencia, que viene a interrumpir el desarrollo sexual del niño. El proceso descrito es más que una represión; equivale, cuando se consuma idealmente, a una destrucción y cancelación del complejo. Si el yo no ha logrado efectivamente mucho más que una represión del complejo, este subsistirá inconciente en el ello y más tarde exteriorizará su efecto patógeno....


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